viernes, 27 de febrero de 2009

Actitud de Desiderio Arias frente a la Ocupaciòn





En enero de 1916, acontecimientos de carácter nacionales apresuraron la salida del presidente Juan I. Jiménez. Los denominados “pata prieta”, o seguidores del presidente Jiménez de segunda categoría por su accionar “marrullero”. Este grupo estuvo encabezados por Desiderio Arias, quien ostentaba el cargo de Secretario de Guerra, este y sus segudores protagonizaron una conspiración contra el gobierno aludiendo su disgusto por las presiones que mantenían los norteamericanos. Esta acción trajo como consecuencia que el mandatario le suspendiera la administración del Ferrocarril Central que hasta el momento había estado en manos de este grupo.

La respuesta no se hizo esperar, los congresista seguidores de esta “facción” y los que pertenecían a Horacio Vásquez también se unieron pidiendo la renuncia de Jiménez. Este, abatido por las circunstancias políticas y aquejadas de graves problemas de salud se retiró a descansar a una quinta propiedad del arzobispado llamada Cambelèn, aproximadamente a 24 kilómetros de la capital.

Con este escenario, Desiderio Arias y sus tropas se dirigieron a la fortaleza Ozama, ocupándola por breve tiempo. Los días que siguieron fueron de gran inquietud, los norteamericanos enviaron cinco buques y en pocos días estuvieron sitiando la ciudad en espera del momento preciso para atacar, sus planes se habían cumplido y las condiciones internas del país lo propiciaban. Esta funesta ocupación militar duró ocho años.

2 comentarios:

inlinia dijo...

DESIDERIO ARIAS
CAPITAL, abril 15 de 1916
Esos telefonemas que acabo de transcribir revelaran al país la honradez de mi conducta y la lealtad de mi actitud en el recinto militar de la plaza.
La mediación amistosa del doctor nouel, del ministro americano Russell, del Dr. Grullón, de los secretarios peinado y Velásquez conjuraron la anómala situación de que había creado el presidente Jiménez. Comprendieron todos que no era ni siquiera ambigua mi actitud; que yo era un revolucionario contra el orden legalmente constituido, que mi espada al servicio de las instituciones, no iba a convertirse en instrumento de agresión inmotivada contra el jefe de estado. Había un compromiso reciproco entre el presidente electo y los ciudadanos que le honraron con la función ejecutiva, y yo no exigía no podía exigir nada que restara o menoscabara la integridad legal de sus facultades constitucionales, si no que esas facultades ejercidas de acuerdo con los intereses de la colectividad que lo habían llevado al poder. El Sr. Jiménez era mandatario de la mayoría nacionales; y esas mayorías estaban constituidas por el poderoso núcleo de la fuerte agrupación política y en santo domingo, como donde quiera que se impere el sistema representativo, los hombres investidos con la delegación del poder, no pueden dar la espalda arbitrariamente a los intereses creados por los que crearon esa delegación.
Como no fue nunca mi propósito consumir un atentado contra el orden, como yo un adversario del presidente, sino un defensor leal de los intereses del partido, y lógica y moralmente debía considerar estrechamente unidos a los del presidente, acate su disposición de relevar de su cargo al Gral. Cesáreo Jiménez, quedando interinamente al mando de ese puesto el coronel Luciano castro, mientras era designada la persona que debía ocuparlo definitivamente. Llego ese momento y fue nombrado por el presidente el Gral. Teófilo Ferrer. Tomo posesión de su cargo y así las cosas hube de confiar en que todo quedaba satisfactoriamente solucionado. Pero he aquí que, lejos de mantenerse el jefe de estado ceñido a la legalidad, que vuelve airado contra la majestad de la representación nacional, en su insano propósito de impedir que se depuren los cargos producidos contra el ejercicio de su administración y provoca un nuevo conflicto, colocándose en actitud hostil frente al congreso de la Republica y en abierta oposición contra la constitución y las leyes.
Su actitud no es ya frente a mí, sino, frente al congreso de la república.
Mi condición de dominicano y de ciudadano me impone el deber indeclinable de permanecer al lado de las instituciones, presto a doblar la frente en respetuoso atacamiento a las decisiones de los cuerpos legisladores.
Mis compañeros de armas están, como yo, al servicio de las instituciones libres; y no calzan otra insignia que no sea la constitución y las leyes, dentro del sereno ejercicio de los imprescriptibles derecho de que esta investida la representación nacional.

DESIDERIO ARIAS.

inlinia dijo...

DESIDERIO ARIAS
CAPITAL, abril 15 de 1916
Esos telefonemas que acabo de transcribir revelaran al país la honradez de mi conducta y la lealtad de mi actitud en el recinto militar de la plaza.
La mediación amistosa del doctor nouel, del ministro americano Russell, del Dr. Grullón, de los secretarios peinado y Velásquez conjuraron la anómala situación de que había creado el presidente Jiménez. Comprendieron todos que no era ni siquiera ambigua mi actitud; que yo era un revolucionario contra el orden legalmente constituido, que mi espada al servicio de las instituciones, no iba a convertirse en instrumento de agresión inmotivada contra el jefe de estado. Había un compromiso reciproco entre el presidente electo y los ciudadanos que le honraron con la función ejecutiva, y yo no exigía no podía exigir nada que restara o menoscabara la integridad legal de sus facultades constitucionales, si no que esas facultades ejercidas de acuerdo con los intereses de la colectividad que lo habían llevado al poder. El Sr. Jiménez era mandatario de la mayoría nacionales; y esas mayorías estaban constituidas por el poderoso núcleo de la fuerte agrupación política y en santo domingo, como donde quiera que se impere el sistema representativo, los hombres investidos con la delegación del poder, no pueden dar la espalda arbitrariamente a los intereses creados por los que crearon esa delegación.
Como no fue nunca mi propósito consumir un atentado contra el orden, como yo un adversario del presidente, sino un defensor leal de los intereses del partido, y lógica y moralmente debía considerar estrechamente unidos a los del presidente, acate su disposición de relevar de su cargo al Gral. Cesáreo Jiménez, quedando interinamente al mando de ese puesto el coronel Luciano castro, mientras era designada la persona que debía ocuparlo definitivamente. Llego ese momento y fue nombrado por el presidente el Gral. Teófilo Ferrer. Tomo posesión de su cargo y así las cosas hube de confiar en que todo quedaba satisfactoriamente solucionado. Pero he aquí que, lejos de mantenerse el jefe de estado ceñido a la legalidad, que vuelve airado contra la majestad de la representación nacional, en su insano propósito de impedir que se depuren los cargos producidos contra el ejercicio de su administración y provoca un nuevo conflicto, colocándose en actitud hostil frente al congreso de la Republica y en abierta oposición contra la constitución y las leyes.
Su actitud no es ya frente a mí, sino, frente al congreso de la república.
Mi condición de dominicano y de ciudadano me impone el deber indeclinable de permanecer al lado de las instituciones, presto a doblar la frente en respetuoso atacamiento a las decisiones de los cuerpos legisladores.
Mis compañeros de armas están, como yo, al servicio de las instituciones libres; y no calzan otra insignia que no sea la constitución y las leyes, dentro del sereno ejercicio de los imprescriptibles derecho de que esta investida la representación nacional.

DESIDERIO ARIAS.