Otros espejos me reflejan también: amigos, compañeros y mis alumnos. Ellos
proyectan mi imagen embellecida por el amor y el respeto, al punto de
devolverme una Yvelisse lozana, perviviente.
No dispongo de tiempo para llorar como el poeta, la juventud ida. Trabajo
diariamente porque comparto con Mario, otro viejito que trabaja, el
mantenimiento hogareño.
Recordar no me pone nostálgica, hice lo debido más de lo que pude, familiar y
políticamente. Valoro más mis logros que mis desaciertos.
Pienso que poquita cosa debe avergonzarme, lo testimonian mi hoja de vida, mi
pobreza digna, el hecho de que nunca he andado con escoltas y el reguero de
bendiciones que recojo de personas desconocidas cuando ando por los pasillos
del supermercado.
Algunos pueden opinar que he sido boba, escrito con P criollísima. Ocupé
importantes cargos, académicos y políticos, decana en la UASD, diputada dos
veces; una, regidora, ministra de Educación, presidenta del PRD. Vivo en casa
alquilada, mi vehículo data del 2005.
Me considero feminista, empero, mi feminismo no restringió el instinto
entrañable de la maternidad: tengo seis hijos, 13 nietos y por vieja puedo
también jugar con 7 bisnietos, y aguardar una octava que me hizo carantoñas
desde su primera sonografía.
¿No son estas experiencias vitales, y las modestas huellas que dejo en la
educación y la política decente, el gran premio, la justificación de vivir
mucho?
He sufrido, sí, algunas, crispaciones dolorosas ante mutaciones desagradables
en situaciones y personas que suponía conocidas.
A la sombra del neoliberalismo, gentes supuestamente honradas se convertían en
mafiosas; progresistas de repente se dedicaron exclusivamente al progreso
propio; la gratitud adquirió con los cambios de mando carácter pasajero,
sucesivo, se agradece al último que pague, si paga más y mucho; se ocupan
puestos sin desempeñar funciones, fortunas hay sin explicaciones ni límites.
El asalto para afuerear la moral ha abarcado no solo lo público. Me han herido
violencias intrafamiliares que golpearon rostros y corazones queridos; uniones
destruidas entre feroces rebatiñas financieras, con hijos confundidos, y el
impudor con que algunos predican, desnudos en pelota, lo que no practican.
He superado estas fealdades aferrándome a dos pilares inconmovibles: trabajar
haciendo lo que me gusta y arrimarme a una nueva generación a la que empollo en
sus afanes de crecer, como hice con mis hijos.
No abandono el escenario político, pero privilegio de nuevo, educar, educarme,
entre jóvenes aún incontaminados que procuran a tientas resistir los pérfidos
modelos actuales y construirse a sí mismos. En ellos encuentro, todavía
balbuceante, la ética extraviada, valores truncados, pero no extinguidos.
A pesar de que al abrir cualquier ventana se cuela aire impuro, yo
respiro otra brisa, que ahora apenas refresca, pero será un ciclón muy
diferente al que el Dr. Leonel Fernández espera.
Los jóvenes y yo buscamos juntos verdades al unísono, reburujada mi vejez con
su mocedad, en la trinchera donde la edad no cuenta, sino los ideales
compartidos.
La vejez me da ratos de calma: leo la Biblia. Me descubro como guerrera
victoriosa en la epístola de Pablo a Timoteo: “he librado la buena batalla,
concluyo la carrera, no he perdido la fe”. Para gloria de Dios y gozo mío, la
concluyo bien acompañada por los que continuarán la marcha, eso me anima a
seguir.
Los muchachos y muchachas que me rodean, aunque bromean sobre los torpes
avances de mi alfabetización digital, dicen en exageración afectuosa que
soy más joven que ellos; me la paso brincando del entusiasmo a la búsqueda,
estoy dispuesta a rebelarme cuando la causa es justa. Soy “intensa” afirman.
Me quedo con el calificativo. No hará juego con mis canas, pero combina
perfectamente con eso intemporal y belicoso que es mi alma, y representa lo
profundo de esta alianza entre edades distintas.
Concluyo, confirmando al cronista, a quien por cierto llevo solo unos pocos
años: soy vieja.
¡Cuánta bondad de Dios, qué suerte la mía, el tesoro de este montón de años,
que hacen sufrir a algunos y que yo aún disfruto!